AMOR CORRESPONDIDO

CAPITULO 1

LA TARDE DE UN JUEVES


El recuerdo aún era fresco y tan nítido, que parecía que había sucedido apenas la semana pasada y no hacía años. Recordaba que su cara se había puesto tan roja- tan rápido que no pudo evitar sonreír y lograr que su corazón se calmara un poco. En la mirada de la chica había confusión. Ya no quedaba rastro de la sonrisa de hacía un rato, esa que suavizaba su expresión; lo único que su cara revelaba era… ¿vergüenza?

-¡Criminal, Cabeza de Balón! Tu nunca… a ti nunca te interesó…- tartamudeó -¿Por qué ahora? Des… después de todos estos años- sus ojos miraban el suelo, por lo que tupidas pestañas ocultaban su expresión. Arnold se dio cuenta que estaba avergonzada y confusa –Yo pensé que tú nunca…- dijo ahora murmurando y levantó la vista para verlo sólo un segundo antes de volverse otra vez hacia abajo.

'¿Porque ahora?' él se preguntó. 'Porque ha sido de verdad difícil reunir el valor, por qué te retractaste… o porque necesitaba corroborarlo antes de…'

Suspiró, lo que realmente deseaba era tomarla por los hombros y obligarla a enfrentarlo de una buena vez y esa apetencia era solo porque la conocía. Sabía que ella podía ser terrible y en aquellos años, ella era aún peor, lo que debía pensar dos veces antes de seguir hablando. Si estaba equivocado, esta escena sería su suicidio social. Después de todos estos años de conocerla, aún no estaba seguro de que esperar de ella. Además cuando se tenían… no sé... trece, catorce años… no se era muy listo que digamos.

Desde aquel día y durante todo ese tiempo, ella había sido la misma Helga de siempre. Ella nunca demostró ningún signo de que aquello que él llamaba 'su confesión' había significado algo para ella. Nunca hubo ni siquiera una mirada… o una palabra. ¿Había sido una broma? ¿Lo había soñado, como aquella ocasión en que soñó que se casaba con ella?

Aun así, había un solo recuerdo, un año antes o algo así cuando estando todos juntos, estaban buscando un líder habilidoso para un proyecto y Helga, obviamente quería ser ella, le espetó: 'no eres más que un pelmazo bonachón, cabeza de balón. Aquella vez casi te embauco' y esa fue la única vez que ella reconoció que la escena de FTi existió, pero nunca fue capaz de hacerla hablar otra vez de ello.

Hasta ese día, habían pasado algunos años llenos de confusión y dudas; aunque él debía reconocer –al menos ante sí mismo -que ignoró el detalle por un tiempo (tal vez por demasiado tiempo) pero ahora estaba decidido a aclarar las cosas de una vez y para siempre y quizás, si ella estaba de acuerdo, podían empezar algo…

Arnold estudio su cara otra vez, ahora estaba aún más roja y preocupada que antes. Ella volteó hacia atrás y luego hacia el frente para ver a sus otros compañeros que caminaban con ellos, como para asegurarse de que no estaban escuchando. Arnold se dio cuenta de que ella sudaba aunque no podía asegurar que fuera por la plática, ya que acababan de dejar el Campo Gerald donde habían estado jugando beisbol.

-Me acuerdo de cada palabra que dijiste y me pregunto si – ella movió sus brazos frenéticamente haciendo que de detuviera.

-¡Por favor! – casi le rogó -tenía apenas nueve… o diez y… - suspiró lentamente, volviéndose para observar a los otros de nuevo. Luego cerró los ojos y pareció que peleaba internamente; luego murmuró casi inaudiblemente –Está bien, yo… yo creo que estaba medio clavada contigo en ese entonces, pero…- Helga levantó la vista para observarlo – pero aun así no sé cómo pude haber sido capaz de hacer una declaración de ese tamaño y… y… ¡cómo te atreves a mencionarlo ahora, Cabeza de Balón, después de todo este tiempo! Ya no somos los mismos. Ese tiempo se acabó. Además, tú nunca me mostraste el menor interés, no sé, nunca pediste tiempo, ni nada… ¡Diablos! Ni siquiera mostraste haberte dado cuenta. ¡Así que ahora toda la cosa esta olvidada y enterrada!- La chica terminó su perorata respirando agitadamente. Lentamente ella volvió a ver hacia el frente y se quedó mirando a los otros por un rato.

- Fuiste una chica muy valiente- se atrevió a decirle con una sonrisa – y yo creo que fue muy amable de tu parte… - se detuvo. Arnold realmente sabía a donde quería llegar, así que tenía que pensar muy bien sus palabras –lamento haber actuado de esa manera… ese día… y después, pero…-

-Por favor, Arnold…- ella tomo aire antes de seguir –siempre estuve avergonzada por eso. Y siempre te agradecí en secreto por que nunca lo dijeras- ella estaba aún abochornada pero se veía más en control. Nerviosamente, se llevó la mano a la cabeza para quitarse la máscara de cátcher y aparentemente, rompió la liga que mantenía su cabello recogido, por lo que este se liberó de la cola de caballo y como una cascada dorada cayó sobre su cara y hombros y la esencia de su champú lleno el aire. Arnold siguió observándola, viendo como sus largas pestañas se sacudían y sus labios se fruncían mientras soltaba su famoso – ¡Criminal!- y reducía el paso para maldecir la goma rota y hacerle gestos al piso. –Maldición- siguió caminando al tiempo que ponía la máscara en las manos de Arnold y recogía su cabello para atarlo otra vez con el listón rosa de su moño. Arnold estaba suficientemente cerca para ver los claros vellos en su piel enrojecida y las pequeñas gotas de sudor como rocío sobre su piel.

Cuando sacó una pequeña toalla de su bolsillo y secó el sudor de su cara y cuello, a Arnold se le fue la quijada al suelo. Había algo en una chica agitada que elevaba sus brazos y estiraba su cuello que hacía que su mente parara y dedicara todo su ser a absorber lo que veía: algunos mechones dorados meciéndose al viento; su suave piel; el calor que emanaba su cuerpo y su olor… que podía estar un poco alterado a causa del ejercicio, pero aun ella tan femenino, tan de ella. El actual, adulto Arnold podía ver en esa Helga de trece años a la hermosa mujer en que se convertiría con los años. Alta y esbelta, rubia de ojos azules… un renuente cliché; aún más… era inteligente, ingeniosa, determinada, fuerte y sofisticada (aunque solo cuando quería).

Helga abrió sus ojos para volver a ver a los chicos que iban adelante, casi con demasiada intensidad; ellos cargaban sus cosas del beisbol y de vez en cuando miraban hacia atrás. Helga exhaló largamente y miró a Arnold a los ojos

Yo creí que teníamos un entendimiento acerca de eso, Cabeza de Balón- su voz se elevó – ¡Eso nunca pasó!- La rubia pareció ganar compostura cuando un gesto travieso cruzó su cara.

-¡Eso no es cierto y tú lo sabes!- Arnold le espetó fastidiado – Sucedió… - Helga trató de calmarlo con ese ademán mandón pero él ya estaba cansado por tanto esperar (aunque esa espera fue principalmente por sus propios intereses, a decir verdad).

-¡Diablos! Y justo ahora quieres hablar de ello ¿y yo tengo que estar de acuerdo?- Sus ojos estaban que echaban chispas – ¡como si lo merecieras!- ella miro furtivamente a los chicos de adelante otra vez. Iggy iba platicando relajadamente con Brainy, quien estaba viéndolos con una expresión seria. Arnold se detuvo de pronto y la tomo del brazo.

-¡Olvídate de ellos! Necesito hablar contigo y me importa un comino lo que piensen los demás…-

-A mí me importa- ella dijo en voz baja, luchando por soltarse el brazo, luego siguió caminando.

Harold y la mitad de los chicos que iban atrás se estaban despidiendo, Helga les dijo adiós con la mano. Arnold pasó una mano por sus cabellos, soltando su respiración.

Helga, realmente necesito saber si tu… si tú en verdad… si era de verdad… lo que dijiste.- pudo ver que sus ojos se abrieron mucho y una rápida sacudida hizo temblar sus hombros; el aprovechó para seguir antes de que ella reaccionara – me acusas de que nunca dije nada, de que no di una señal pero tu hiciste lo mismo. Estos cuatro años nunca demostraste nada. Incluso pensé que había sido un sueño, que estaba loco y que como era posible que tú, Helga G. Pataki, nada más y nada menos, pudiera estar enamorada de mí. Fue un shock, no sé si eres capaz de entenderlo. Siempre me decías apodos, me hacías bromas, me ofendías, te reías de mí… era demasiado confuso. Pasé todo ese fin de semana y los días que siguieron tratando de reconciliar el hecho y… y… luego el lunes todo volvió a ser igual- extendió sus brazos ampliamente – la misma Helga de siempre, mi tormento, la chica que solía hacerme sentir como un tonto. Y todo de nuevo otra vez: las bromas, las bolitas de papel, las ofensas… Pasé semanas buscando alguna señal de que hablabas en serio, de que mostraras la más pequeña amabilidad. – su voz se diluyó. Helga veía hacia el suelo, así que no podía ver su expresión.

Siguió caminando mirando hacia adelante, luego al suelo y finalmente a Helga quien caminaba aun a su lado. Habían pasado varios minutos; Helga ahora parecía titubeante… ¿temerosa? Sus puños se encogían. Abrió la boca pero no salió ningún sonido. Arnold supo que estaba seriamente en problemas porque a pesar que cualquiera cosa que saliera de sus labios era muy importante, lo único que deseaba era perderse en ellos.

-¿Porque es importante para ti?- le preguntó con voz baja, aun mirando hacia el suelo con los ojos cubiertos por el cabello, pero aun así, por un instante, pudo observar la cruel y retorcida mueca en su boca. Arnold sintió como si un barril de agua helada le fuera vaciado encima, se sintió expuesto, casi como si estuviera desnudo.

Dios... ¿Que estaba pensando? ¿Qué Helga aun lo amaba? ¡Ja! ¿Que lo había amado alguna vez? Sintió su estómago ponerse duro, como si toda la sangre huyera de su cuerpo. Incluso pudo sentir como si se elevara - extra corporalmente-por encima y verse a ellos mismos allí abajo, caminando. El estúpido chico con cabeza de balón, aún más enano que ella y la belleza en ciernes. También veía la sonrisa que no se podía contener, la burla lista para explotarle en la cara. ¡Esta era Helga, por Dios, la chica a quien todos sus amigos aún temían! Nunca supo realmente como logró calmarse y hallar su voz.

-¿Helga querida, no eres tan ingenua, o si? – se sorprendió por esta desconocida voz –para presumir con los chicos, por supuesto y tú sabes, reírnos un rato- forzó un gesto burlón aunque su voz pareció fallarle –con estos tipos se necesita ser vanidoso de vez en cuando; llevar la cuenta de los corazones que hemos roto- habían llegado a la esquina donde Helga solía separarse del grupo. Arnold no sabía cómo diablos es que seguía caminando. Sentía como si ya no estuviera allí. Helga se detuvo y volteó a verlo.

-¡Yo no estoy en tu cuenta y lo sabes bien!- los profundos ojos lo miraron valientemente y su voz era fría –Mi corazón no ha sido roto, al menos no por ti. Tu famosa confesión fue hace 4 años, ¡por Dios, date cuenta!- Arnold se sorprendió de que su voz sonara igual que siempre, intensa pero no especialmente dolida, de que sus ademanes estuvieran controlados, incluso de ese asomo de sonrisa que no tenía nada en que ver con la burla que él sabía estuvo a punto de recibir -No te atrevas a ir y contarle a tus amigos. Sería una mentira y no creo que sea muy sabio el estar orgulloso de –supuestamente- haber roto el corazón de una niña de nueve años. ¡Y por Dios, de dejar que 'La Dora-Diosa' se te escapara de las manos, idiota!" Helga le arrebató sus cosas y torció la boca en una falsa sonrisa de agradecimiento.

Él se quedó como estatua, viendo a la rubia cruzar la calle con su paso elástico y gritarles a los chicos que para que la esperaran. Iggy le sonrió y luego de unas palabras se despidió. Brainy había estado observando a Arnold y asintió casi imperceptiblemente antes de alejarse con Helga. La mente de Arnold estaba frenética aunque su cuerpo estuviera quieto. No podía creer lo que recién había sucedido. Había soñado con este momento por tanto tiempo y ahora estaba parado ahí, tiesamente incapaz de dejar de ver a la pareja rubia que se alejaba o siquiera de darse cuenta de si la burla que vio en su rostro había sido real o la había imaginado.


Ahora, recostado en su cama de siempre mientras esperaba, su mente seguía perdida en la memoria. La pequeña pelota de beisbol descendió y él la atrapo expertamente con su mano sin guante, solo para lanzarla una vez más hacia el techo, la mente ausente, los ojos verdes entrecerrados en el rostro de este Arnold adulto.

La rojiza luz del sol de esta fresca tarde se colaba a través del tragaluz en su techo, pero no le ponía la atención de otras ocasiones. Otros recuerdos llenaban su mente: una Helga aún niña que sostenía su cabeza y lo besaba en la azotea de un edificio. O cuando –no pudo evitar sonreír- vestida de novia y corriendo detrás de ellos en el Cementerio de Hillwood les daba un susto de muerte. La rubia adolescente besándose con Harold en el Gran Pete frente a toda la pandilla de beisbol. Helga siempre había sido enérgica y aventada. Nunca se negaba a un reto, incluso si corría el riesgo de terminar abochornada, como cuando a los dieciséis años, bailaba encima de su mesa- bueno la mesa de los chicos- en el Baile de Halloween de los Lloyd. O aquella velada del año pasado en que llego al Baile de Navidad de la mano de Jaime O y no paró de sonreír y bailar con él. No se despegaron en toda la noche y no compartieron a su pareja con nadie. La causa de esta bizarra escena aún era desconocida para él e incluso para Gerald. Jaime O ya estaba divorciado para ese entonces y era una opción inconcebible como acompañante de Helga. Arnold no fue el único que se sintió despechado esa noche.

Tal como había dicho antes, Helga era la viva imagen de un cliché, ahora más que nunca. En la prepa era la imagen perfecta de la porrista, pero por supuesto ese papel no era para ella. La labor de porrista les sentaba bien a chicas femeninas como Ruth o Lila, no a ella. Helga peleó por un puesto en el equipo varonil de Beisbol y por supuesto lo consiguió. Soportó la hostilidad y las bromas de sus compañeros mayores y los chismes de las chicas. Pero los superó y salió aún más fuerte, tanto, que incluso aprendió a usar su feminidad para coquetear con los chicos del equipo contrario para tomar ventaja en los juegos.

Y ahora, su recuerdo favorito. Él, Arnold, teniéndola inmovilizada en el césped debajo de sí, con los brazos extendidos y sujetándola por las muñecas. La visión de sus azulísimos ojos, su rostro agitado y su cabello dorado derramado sobre el verde manto… jadeando… rehusando a mirarlo porque sabía que había perdido y estaba completamente a su merced. Ese recuerdo lo golpeó con fuerza. Incluso ahora, a sus veintiún años, todavía luchaba para controlarse cuando evocaba ese mero recuerdo. Por un momento eterno, solo la miró fijamente, como hipnotizado; perfectamente consciente de su posición sobre ella. Su respiración se volvió pesada. La visión era irresistible y el solo era un buen chico, con el más preciado objeto de sus deseos latiendo aprisionado debajo de él.

Descendió para olerla… para besarla… para perderse en ella… para perderse en el calor de su cuerpo inmóvil. Inmóvil. Se dejó caer con todo su peso encima de ella para obtener alguna respuesta y Helga dejó escapar un gemido ahogado que él aprovechó para introducir su lengua y besarla como se debe; liberó sus manos para sujetarla por los costados y acariciarla. Gimió cuando finalmente ella correspondió a su beso, abrazándose a su cuello y arqueándose contra él. Arnold se volvió loco. Normalmente era un muchacho decente y controlado, pero ahora no quería detenerse. El ardor en su vientre de hizo ver que el momento de detenerse había pasado y ahora estaba perdido. Por un momento eterno estuvo efectiva y felizmente perdido.

-¡Oye Arnold!- Arnold recordaba que la situación había terminado abruptamente debido a Gerald, pero ignoró el llamado en aras de mantener vivo el recuerdo. Era real, tan vívido. Le hubiera gustado ser capaz de alejar el recuerdo de Gerald de la escena pero entonces sintió un empujón en el hombro. En un instante se levantó de la cama donde había estado tirado boca abajo sobre su almohada y se volteó para encontrar a Gerald con una sonrisa que enseñaba todos sus dientes.

- Lo siento amigo, pero lo necesitabas. Ahí viene Phil!- Gerald recogió la almohada. -¿Helga?- preguntó sonriente al tiempo que la recolocaba en su lugar correcto. –Compadre, ya deberías hacer algo respecto a ella… o al menos, consíguete una chica para saciar tu sed...- entonces se rió otra vez en esa manera burlona que el acostumbraba – Güey, se me olvidaba que ya tienes novia-.

-¡Ya Cállate!- Arnold lo empujo fuera de su camino en lo que iba a su closet para escoger otra camisa y cambiarse. Por supuesto Gerald seguía riendo.

-Creo que también deberías cambiar tus jeans-

Arnold gruñó.

-Gerald…-

-Lo sé, lo sé… nadie necesita saber…. Ya me conoces, no tienes que pedirlo. Pero si quieres un consejo… y aun si no lo quieres… Arnold, amigo. Necesitas hablar con ella, digo, ya tiene veintiuno, es de lo mejorcito que encuentras en la escuela y ya todos se dieron cuenta aun cuando ella trata de pasar desapercibida. No lo sé, cualquier día nos sale con que se muda… con alguien más. Sabes a qué me refiero… además… ¿que podrías perder? No sería la primera vez que te dicen que no-.

Phil entró al cuarto antes de que Arnold pudiera responder – no que el necesitara pensar acerca de lo que Gerald dijo. Era algo que ya tenía años pensando. Phil les pregunto si iban al mismo lugar que iban cada que venían al pueblo desde que se hicieron mayores de edad; su tarde del jueves. Una salida solo para chicos.

-Así es, abuelo- Arnold asintió mientras se abotonaba los jeans. -Romántico's Bar es agradable. Buena música, TV de alta definición y una extensa variedad de cervezas nacionales e importadas, tu sabes-

-Además Román es cool.- agregó Gerald. El dueño y barman era un mexicano alto y con bigotón. – además a los chicos les gusta y es solo para hombres, tu sabes cómo es eso- Gerald movió las cejas arriba y abajo mientras chasqueaba la lengua.

-Sí, lo recuerdo. Un lugar especial para machos- Phil dijo con un dejo de envidia en su voz. Phil era aún un hombre fuerte pero a sus noventa y tres años una salida al bar ya era un cansancio innecesario. –Bien, espero que se diviertan y no beban demasiado. No les hará ningún bien-.

Arnold esperaba un comentario en la línea de 'quien fuera joven, sediento y con prisa' pero no vino. Entonces le sonrió y se despidió, recordándole que eran buenos chicos que se portaban bien antes de bajar las escaleras y dejar la casa seguido por Gerald.


Publicado en Octubre de 2012

Publicado originalmente en Julio de 2010 en inglés.

Oye Arnold! y todos sus personajes y entorno pertenecen a Craig Bartlett, Nickelodeon y Viacom. No poseo sus derechos ni ninguna marca registrada mencionada en este capítulo o en el resto de la historia. Cualquier marca registrada mencionada aquí será solo con propósitos de antecedentes y entorno cultural. No pretendo ninguna ganancia.

Sin embargo si poseo la trama, algunos lugares y los personajes originales que serán mencionados en la historia. La historia se extenderá por arriba de los treinta y cinco capítulos, (terminaron siendo 52 :D) así que si les gusta hasta ahora, por favor aguanten conmigo. Actualmente hay veintiséis capítulos publicados en inglés que iré publicando a razón de dos por semana hasta alcanzar la otra versión y terminarla con suerte a mediados del próximo año al mismo tiempo en los dos idiomas.

Advertencia. Tiene clasificación T, pero se volverá M más adelante.

Reviews son más que bien recibidos. Mil gracias a todos los que los siguen dejando o marcando esta historia para seguirla o como favorita. Saber de ustedes y sus impresiones alegran mi día.

Los dibujos son un trabajo de UrielManX7 y he aquí el link para verlos completos porque aquí aparecen cortados. Si se corta el link, pueden encontrarlos en DeviantArt en el dossier de Uriel

art/Portrait-Reciprocated-Love-by-Sandra-Strickland-428758726